En primer lugar, creo que los ideales del postmodernismo, los cuales en cierto modo se continuaron con el "First Things First" Manifiesto (manifiesto realizado por los diseñadores), tales como cuestionar los métodos racionales, apostar por diferentes metodologías (todas ellas igualmente válidas), apostar por lo arbitario y lo intuitivo, el desafío formal, y exigir la autoría y el compromiso y la responsabilidad social del diseñador, hoy en día se han olvidado, o, en realidad, se han puesto en práctica pocas veces.
Por un lado, las posibilidades que ahora nos ofrece la tecnología a los nuevos diseñadores podría apliacarse para expresar e incentivar nuevas alternativas de diseño, pero parece ser que en realidad, hay un desconcierto ante nuestro entusiasmo y dependencia tecnológica que trae consigo la creación de múltiples estilos de diseño, pero que los cuales sólo responden a una serie de tendencias estéticas.
También la tecnología ha supuesto una falta de criterio en lo que se refiere a la calidad y creatividad. Principalmente esto es debido a su globalización y a una posible accesibilidad del trabajo de diseño a todo el mundo, muchas veces, personas poco cualificadas. En España en concreto, existe la cultura de “esto me lo hace mi primo”, proyectos muy mediocres por falta de profesionalidad, y también, por una falta de valoración de la tarea del diseñador.
Los proyectos, sus formas así como sus estilos, son creados en respuesta a una fragmentación del mercado, al grupo al cual va dirigido, y el usuario es visto como un consumidor más y no como un receptor de valores que giran entorno a la sociedad.
Por otro lado, el diseñador muchas veces carece de un interés real, lo cual conlleva a la apropiación de un lenguaje, y a la copia, que no es lo mismo que la inspiración.
Está claro que no somos artistas, pero casi siempre colaboramos con él o bebemos de él, es interesante el reclamo de la autoría, aunque, verdaderamente, es muy difícil de argumentar, porque nunca trabajamos solos, pero en cualquier caso, somo transmisores de información, trabajamos en la arquitectura de la información y tenemos el poder de comunicar, y al hacerlo, siempre, queramos o no, lo haremos desde nuestra experiencia personal, así como desde nuestra experiencia en sociedad. Con esto lo que quiero decir es que, en mi opinón, hay muchas maneras de comunicar un mismo mensaje, y todas ellas pueden ser igualmente efectivas; esto varía en quién o quiénes lo emitan.
También la tecnología ha supuesto una falta de criterio en lo que se refiere a la calidad y creatividad. Principalmente esto es debido a su globalización y a una posible accesibilidad del trabajo de diseño a todo el mundo, muchas veces, personas poco cualificadas. En España en concreto, existe la cultura de “esto me lo hace mi primo”, proyectos muy mediocres por falta de profesionalidad, y también, por una falta de valoración de la tarea del diseñador.
Los proyectos, sus formas así como sus estilos, son creados en respuesta a una fragmentación del mercado, al grupo al cual va dirigido, y el usuario es visto como un consumidor más y no como un receptor de valores que giran entorno a la sociedad.
Por otro lado, el diseñador muchas veces carece de un interés real, lo cual conlleva a la apropiación de un lenguaje, y a la copia, que no es lo mismo que la inspiración.
Está claro que no somos artistas, pero casi siempre colaboramos con él o bebemos de él, es interesante el reclamo de la autoría, aunque, verdaderamente, es muy difícil de argumentar, porque nunca trabajamos solos, pero en cualquier caso, somo transmisores de información, trabajamos en la arquitectura de la información y tenemos el poder de comunicar, y al hacerlo, siempre, queramos o no, lo haremos desde nuestra experiencia personal, así como desde nuestra experiencia en sociedad. Con esto lo que quiero decir es que, en mi opinón, hay muchas maneras de comunicar un mismo mensaje, y todas ellas pueden ser igualmente efectivas; esto varía en quién o quiénes lo emitan.
También hay que decir que el terreno del arte muchas veces se encuentra o se posiciona por encima nuestro, porque muchas veces, en colaboración con ellos, nuestra firma no existe, por poner un ejemplo, cuando diseñamos un libro de un artista, lo que se tiene en cuenta es el nombre del artista, y no se valora en cómo los diseñadores trabajamos en representación de los artistas; somos partícipes de cómo ellos quieren comunicar sus trabajos. En relación a ésto, creo que no hay que olvidar que tenemos una resposabilidad como autores y traductores de un lenguaje simbólico, éste debe ser usado para ayudar a los usuarios y a la sociedad en general, no para confundirla.
La sobriedad y frialdad con la que son tratados algunos diseños, sobre todo si carecen de coherencia conceptual o con su contenido, hace que la gente lo interprete como algo ajeno, como algo que ha sido creado para “otra cosa”, rompiendo así el vínculo con lo más importante de nuestro trabajo: la comprensión y comunicación con las personas.
Hoy en día hay muchos diseñadores reflexionando sobre su función en la sociedad, ya que, el diseño gráfico se puede considerar como una de las disciplinas más poderosas en relación a la cultura moderna, y su práctica requiere asumir un alto grado de responsabilidad. Sin embargo, la masificación de este sector, creo que ha provocado que la mayoría de los que trabajan en él, adopten una actitud pasiva al respecto, desempeñando meras tareas compositivas de cuidado estético, no funcionales, y nada constructivas.
No quiero ser pesimista con todas estas reflexiones, pero, generalizando, creo que sobre todo en España (podríamos hablar de Barcelona) se ha llegado a un estancamiento del diseño, creo que se ha optado por una fórmula que durante un tiempo funcionaba bien, pero actualmente, son muy pocos los que se arriesgan, y menos aún, aquellos que valoran u optan por el diseño más humano, (como Pelta lo define); éste para mí es más bien escaso, por no decir casi nulo.
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