Los productos de usar y tirar constituyen el paradigma de la obsolescencia, ya que representan de manera literal la durabilidad cero. Salvo excepciones, este tipo de productos son incompatibles con la reducción del impacto medioambiental ya que, en el mejor de los casos, aunque cada uno de ellos haya sido fabricado con la mínima cantidad posible de recursos y de energía, su lógica productiva a gran escala implica un derroche brutal, sistemático e innecesario de materia: lo que genera a la vez inmensas cantidades de residuos por lo general, no degradables. No hay que confundir el producto de usar y tirar en su sentido literal con el hecho de que sólo se utilice una vez, como sería el caso de una servilleta de papel: también un envase debe incluirse dentro de esta tipología, puesto que el contenedor en sí por lo general se utilizará una sola vez para ser luego rechazado. Los productos de usar y tirar generan otro tipo de consecuencias no físicas que entran dentro de la categoría de lo psicológico o emocional: su cortísima vida tendente a cero impide el surgimiento de toda vinculación profunda entre el usuario y el objeto, lo que impide el acceso a la esfera de la memoria. Son casos típicos de este tipo de obsolescencia los residuos de envases y embalajes dentro de los sectores de alimentación, cosmética y perfumería.
(...)“Sólo un 0.6% de las aproximadamente 50.000 millones de bolsas de plástico que se fabricaron en el 2002 en todo el mundo se han reciclado”(...)
Esta cultura es resultado de la sociedad en la que vivimos ahora: nuestro ritmo de vida es más acelerado, no somos sedentarios, nos gusta lo práctico, etc. Por ello menciono a Ikea, porque sin desprestigiar el diseño que tienen sus productos, se basan en una estrategia de abaratar costes para producir y vender productos con un ciclo de vida corto, los cuáles te puedes montar en tu casa.
Esta cultura de usar y tirar, no solo esta reflejada en los objetos y el gasto energético que supone su producción, si no que además ha dado lugar a que como consecuencia de esta escasa vinculación entre los objetos y el usuario, se haya producido una perdida del valor de los objetos. Los objetos se han banalizado.
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