Las ciudades son el núcleo que mayor emisión de consumo desprende, ya que una gran parte de su superficie está destinada al ocio y con ello a dinamizar la economía de mercado. Nuestro ritmo de vida en las ciudades o regiones desarrolladas ha dado lugar a que el mercado haya cambiado su ritmo también. De esta manera, la economía o la producción autosuficiente a la que hace referencia Agnes Varda, en su documental Las espigadoras y la espigadora (habla del ritual de la recolección de patatas) ha pasado a la historia. Anteriormente el mercado del intercambio se basaba en un mercado justo en donde el producto a consumir tenía su sello de identificación y de esfuerzo. Hoy en día, con las grandes empresas y multinacionales , desconocemos la procedencia de los productos que consumimos y son innumerables las manos por las que pasa ese producto hasta llegar a nosotros.
Además, este sistema mercantilista provoca también la acumulación de productos que son innadecuados para el mercado, los cuales, con la autoproducción no eran retirados.
(..) comprar , pasear ociosamente, seleccionar y consumir se identifican ambos con la principal ocupación del tiempo libre en las sociedades occidentales, del mismo modo, que es reconocida como la actividad determinante y la raíz de la vida moderna urbana en todas sus facetas. Adquirir es mucho más que una mera satisfacción de las necesidades diarias: es el ritual de la vida pública y común importante, a partir del cual la identidad se crea y cambia.
Las tiendas actúan como filtros locales para gente con afinidades similares, proporcionan productos de marca que se convierten en un símbolo de reconocimiento fuera del “templo de consumo” (...)
"La sociedad de consumo supone la programación de lo cotidiano; manipula y determina la vida individual y social en todos sus intersticios" Jean Baudrillard
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